Antes que nada diré que si me tocara una Primitiva, no le haría asquitos. Es más, estoy loco por que me toque porque tengo muchos proyectos y me gustaría, por el bien de mucha gente, que se vieran realizados.
Una vez hecha esta declaración (que muchos no creerán), voy a dejar claro que me siento muy orgulloso de ser obrero y nunca quise ser otra cosa.
Voy por la calle, veo reportajes en la tele y fotos de ciudades en las revistas y se me inflama la sangre de ver todo lo que hemos sido capaces de hacer los obreros.
Lo hemos hecho todo (bueno…Menos las guerras); pero lo demás…Ya digo: todo.
Todo se ha hecho con nuestro trabajo. Con el dinero que generamos los que trabajamos, propiciamos que unos estudien las carreras que hacen que todo evolucione. Es decir, con el dinero que generamos, estudia un chaval para arquitecto; y después, con nuestra mano de obra, levantamos el edificio que el chaval proyecta a cambio de una ínfima parte de el dinero que hemos generado ¿No es para sentirse orgulloso? Después, si nos queremos comprar una parcela de ese edificio, como no nos alcanza para pagarlo al contado, vamos al banco y a base de intereses, volvemos a generar riqueza para los banqueros ¿No es maravilloso?
Pero lo grande, lo insuperable es que si nuestra cartera enferma de inanición, no necesitamos que ninguno de esos que se aprovechan de nuestro trabajo, nos eche un cable; más tarde o más temprano, nos recuperamos. Pero si el bajonazo lo sufren todos los que se aprovechan de nuestro trabajo, somos nosotros, a cambio de nada (ni las gracias) los que los sacamos del apuro y evitamos que tengan que vender las mansiones que nosotros, con el dinero que generamos, les hemos regalado .
Si eso no es para sentirse orgullosos, no creo que haya ya nada que nos levante el ánimo. Además, con esas credenciales, ¿Algún malnacido capitalista me va a mirar a mí por encima del hombro? Le hago un pasodoble y lo hundo.