Sigo con mi propuesta de incluir retazos del libro de marras
…El Concurso es un reflejo de la vida; por eso lo voy a defender siempre con las armas que sea. En él está representado nuestro carácter con sus luces, con sus sombras y con todas las cualidades humanas.
En principio, goza del espíritu que mueve al humano a inventar el Carnaval, esto es, la satisfacción falsa de representar al personaje que uno no puede ser en lo cotidiano; de revestirse de lo inalcanzable y de, a su vez, insuflarle a ese personaje todo lo que ponemos en juego: orgullo, pasión, afán de lucimiento, miedo al fracaso, ingenio, paciencia, voluntad, sometimiento, don de mando, mal y buen humor, pretensión… Si un año nos sale bien, estupendo; y si nos sale un churro, como casi siempre es por culpa de otros, empezamos para el año siguiente y con los mismos ingredientes, nuestro particular potaje.
Al Concurso también lo queremos porque satisface nuestra necesidad primaria y primigenia de demostrar que somos los preferidos; como ocurre en cualquier competición; pero aquí nos enfrentamos con una mochila de coplas nacidas y criadas aquí, lanzadas al aire por gargantas de aquí y en un teatro de operaciones decorado con mimo por artesanos y tramoyistas de aquí.
Es normal que eso levante pasiones porque el hombre necesita dioses y diablos de todos los tamaños y categorías; mitos a los que seguir y modelos a quienes imitar. Y mientras el Concurso sea el exponente de todo eso, tenemos la obligación de protegerlo y enriquecerlo como se protegen y enriquecen las catedrales, porque, al fin y al cabo, sirven para lo mismo…
(Continuará)
Así estaba la Avenida el día que yo presenté este libro: todo el mundo se dio cita en la peña Los Dedócratas.