Por supuesto nunca se debería hablar de oídas; tendríamos que hacer comentarios sólo de nuestras vivencias y relatar, únicamente, cómo nos ha ido la feria y no cómo creemos que les ha ido a los demás. Así creo que se transitaría por el mundo con más seguridad.
Pero claro, uno está inmerso en la corriente del Concurso; revuelto entre los dimes y diretes y es inevitable hablar de alguien por lo que a uno le han contado; sobre todo si ese alguien no es santo de nuestra devoción por hache o por be. Así es cómo va creciendo la nube de despropósitos que envuelve al Carnaval y cómo, poco a poco, nos vamos contaminando todos. Y todos tenemos amigos a quienes despellejamos, enemigos íntimos y extraños compañeros de local de ensayo. Todos formando parte de un belén en el que también todos estamos deseando que el cagané esté extreñido o el Niño coja una pulmonía. Por eso creo que de todos los que de una manera u otra formamos parte de esta familia, el más honrado es el Dios Momo y por eso creo que lo quemamos en público.
