Creo sinceramente que si Dios existiera, no hubiera permitido nunca que alguien hubiera inventado las religiones; y de haber permitido el Catolicismo, hubiera confundido las lenguas de los que se atrevieron a inventar la Semana Santa.
Tengo, como todo el mundo, muchos amigos dentro de esa “afición” y sé que algunos lo hacen por verdadero servicio a la Sociedad; y aunque quizá equivocados, hacen su labor y hacen felices a personas que necesitan un empujoncito para continuar la cuesta; como dicen que hizo el cirineo.
Pero uno lee durante el año comentarios sobre esa celebración y algunas veces piensa que la Iglesia debería poner más cuidado en vigilar las interioridades de esas hermandades porque no hace falta ser un lince para darse cuenta de que la Semana Santa también se ha convertido en una absurda competición en la que el fervor o la devoción es lo que menos puntúa y en la que domina un esperpento absurdo como si Dios hubiera tenido veinte o treinta hijos y cada cofradía venera a uno de cualidades distintas al resto.
La Iglesia debería saber que la competencia genera discrepancia; la discrepancia enemistad y ésta, odio; es decir, todo lo contrario de lo que dicen que predicaba el adorado. ¿Alguien lo entiende como para que me lo explique?