Quiero continuar colocando aquí retazos del libro “Qué pechá de Carnaval”
“…Yo creo que esto, sin moverle nada de lo que lo hizo grande en los años sesenta, sigue siendo interesante. Y cuando digo sin moverle nada me refiero a que no hay que forzarle los cambios; que teniendo en cuenta la evolución natural y considerando que cualquier chaval de hoy canta mejor que el mejor de aquellos años, la copla de carnaval tiene belleza, fuerza y vigencia.
Querer conservar las tradiciones no significa que uno sea un conservador. O, al menos, lo que eso significa en el lenguaje político; porque todos sabemos que los conservadores, en España, son los que menos han conservado.
Conservar las tradiciones es sentir cariño y respeto por aquéllos que abrieron caminos.
Ya se sabe que lo que hoy es tradicional tuvo un punto de partida. Es decir, que la estética de la música de Carnaval parte de un individuo y un tiempo determinados; pero si esa estética se repite, se multiplica y cala en la gente, se va produciendo una maravillosa simbiosis: la música impregna nuestra forma de ser y, al mismo tiempo, nuestro carácter va influyendo en ella hasta que se convierte en autóctona: imposible de separarla de nosotros.
Siempre he dicho que los autores de música de Carnaval no creamos sino que recordamos. Cuando componemos una melodía lo que estamos haciendo es dándole una apariencia nueva a lo que dejaron en nuestra memoria nuestros maestros. Así se va conservando la esencia mientras aportamos nuestro estilo particular. Sin embargo, al oír algunas músicas tan exóticas, uno se pregunta en qué músicas bebieron sus autores y por qué, en nombre de la originalidad, atacan los pilares de la esencia. Porque una música de Carnaval puede ser más o menos bonita: tener más o menos calidad; pero no nos debe sonar nunca a extraña. El plagio no es de recibo y nunca se debe copiar, pero si una música de carnaval no suena a carnaval, no vale nada.”
Continuará