Sigo con el capricho de insertar capítulos de aquel libro que publiqué hace algún tiempo.
“…Pero tenemos que reflexionar en que si esto es una diversión de una época del año o, por el contrario, es lo más importante de la vida en cuyo desarrollo estamos poniendo en juego nuestro prestigio como artistas y como personas. Una reflexión sencilla que nos ponga en el camino de descubrir que más allá del Concurso existe una vida que merece ser saboreada con deleite y que la competición no nos debe quitar la perspectiva desde la que poder ver que esto, comparado con todo lo que tenemos que emprender para satisfacer, no sólo nuestras necesidades individuales, sino las que nos presentan cada día los nuestros, no tiene mucha importancia.
He dicho antes que adoro el Concurso y que pelearé como pueda para hacerlo más grande, pero tengo claro que el Concurso no puede superarme a mí y a mi vida. Yo debo estar siempre en condiciones de tomar decisiones y de mantener esta afición en el nivel que debe estar.
Aunque hay aficionados que no te permiten una independencia; que creen que los que fabricamos esto cada año estamos a su servicio y no tenemos otro remedio que el de aguantarnos con todo lo que quieran hacer con nosotros.
Por lo visto, para ese tipo de personas (los he llamado aficionados arriba pero, en realidad, son parásitos que demuestran su inutilidad aprovechándose de lo que hacen los demás) para ese tipo de personas, repito, hacer unas músicas y unas letras; ensayarlas durante unos meses y cantarlas con un disfraz decentito financiado por uno mismo es algo tan fácil que está al alcance de cualquiera y, además, creen que es nuestra obligación y nunca una decisión libre por el afán de divertirnos…”
(Continuará)