Se guarda el mar, avaro, nuestra moneda de oro;
es el último acto de vida de la tarde.
Ya la ciudad ha abierto sus eléctricos ojos
y el neón nos ofrece mercancía de colores.
Tú y yo ya hemos cumplido nuestra misión diaria
de seres integrados al cósmico viaje;
vamos a naufragar de nuevo en nuestra noche
que un diluvio de ansias así nos lo avecina.
Sin más luz que la plata que la ventana filtra
he de bajar, sumiso, al fondo de tu alma;
para que allí me envuelvan tu palabra, tu aliento
y que pueda olvidarme del mundo y sus motores.
Esa nocturna entrega hace posible que ame
nuestra existencia torpe, nuestra rutina diaria;
y el sublime cansancio que tanto deseamos
nos libera del peso y nos convierte en aves.
Duro fue el día amor y hemos manchado el cuerpo
de cansancios obreros y falimiliares penas;
pero esta noche es nuestra: tú y yo la hemos logrado;
confiemos en que tarde la mañana en nacer.
P. R.
grande, Paco. solo con la primera frase (en referencia a la puesta de sol, con la metáfora de que el mar se lleva nuestra "moneda de oro") ya se intuía lo bello que vendria después.
ResponderEliminarsalud
Gracias, amigo; igual con los ánimos de unos y otros, recupero las ganas de escribir.
ResponderEliminarPues nada, si sirve de algo yo también te doy un empujoncito; somos muchos los que nos bebemos tus poemas no nos prives de ellos.
ResponderEliminarefectivamente, paco. nos bebemos tus cosas, y ojala saques una agrupacion para 2012. salud
ResponderEliminarGracias, gracias.
ResponderEliminarChapeau, Paco.
ResponderEliminar