¿En un mundo con justicia harían falta oenegés? ¿Verdad que no? Entonces, podremos decir sin temor a equivocarnos, que esas organizaciones son fruto de la injusticia; y que la injusticia es la base de todo el prestigio de la Iglesia cuando se ampara en Cáritas para presumir: a mayor injusticia, más trabajo para Cáritas y más prestigio para la Iglesia.
En un mundo justo, todos los que se ponen galones a costa de la pobreza, no tendrían razón de ser, por eso la justicia es un estorbo que ellos disfrazan de utopía con la misma falta de pudor que disfrazan la caridad de solidaridad, cuando son cosas muy distintas; la caridad es pan para hoy y hambre para mañana: la solidaridad son esfuerzos unidos hoy, para acabar con el hambre de mañana.
El obispo de Cádiz, rodeado de la cohorte que aplaude sus ocurrencias, ha recordado los tiempos de los diezmos y primicias (aquéllos en los que era obligación de campesinos y pescadores entregar los primeros frutos y primera pesca a la Iglesia y el diez por ciento de los salarios), para aconsejar que aquéllos feligreses que ganen más, podrían dar una parte de sus emolumentos para los más necesitados. Pero ni una palabra de justicia; nada a los culpables de la pobreza, nada a quienes especulan con el trabajo ajeno, nada a políticas que mantienen a los ricos más ricos y a los pobres más pobres y, por supuesto, nada a la propia Iglesia a la que habría mucho que decir.
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