Si yo estuviera ahora en edad de buscar novia y pensar en formar una familia, estaría amargado. No hay una mujer que me guste. Y no me refiero al físico; que en eso, el surtido supera todas las expectativas y hay hermosuras para los gustos más exóticos y extravagantes.
Me refiero a que los valores que distinguían a la mujer del hombre se han ido diluyendo y la frontera se ha debilitado.
Intentaré explicar bien lo que quiero decir para no caer en tópicos machistas ni para darle motivos a los borricos a que se pongan a rebuznar de gozo.
Antes, el privilegio de hacer el carajote sólo lo teníamos los hombres: éramos los que teníamos que ir llamando la atención y desplegando las plumas, cual pavo real, para que la guapa del barrio se fijara en nosotros. Antes, en una pandilla, la mujer ponía la cordura y más de una locura no se cometía por respeto a que alguna sufriera o dejáramos de interesarle. Antes (ya estoy pareciendo un viejo) había dos lenguajes distintos; nosotros poníamos poca vergüenza al hablar y ellas ponían algo de delicadeza por lo menos delante de nosotros.
Pero llegó la confusión y la mayoría de las mujeres equivocaron los conceptos de liberación e igualitarismo; es decir, que, para muchas, actuar como el hombre, hablar con el lenguaje del hombre y llamar la atención como el hombre, significaba liberarse; cuando se ha demostrado que el sometimiento hacia el hombre, sigue existiendo casi en el mismo porcentaje.
Queridas mías; no se trataba de que os parecierais a nosotros; eso es ir para atrás. Se trataba de que desarrollando vuestros valores y perdiendo el miedo y la sumisión, fuerais el ejemplo a seguir para transformar la Sociedad. Ahora hay que recuperar el tiempo perdido.
Completamente de acuerdo. He leído libros que van en esa línea y tú has resumido la mar de bien la idea base. Es una corriente de pensamiento llamada feminismo de la diferencia. Lástima que la inmensa mayoría no sepa aún lo que es el feminismo; suelo recibir miradas asesinas cuando digo que soy feminista y por supuesto no me quita el sueño. Felicidades y Salud.
ResponderEliminarGracias, Elena; no sabes el peso que me quitas de encima. Lo escribí acojonao. Quería decirlo; pero temía ser mal entendido o mal explicado. Es una cuestión tan delicada que te puedes pasar al bando de los desaprensivos en un segundo; en una palabra mal elegida.
ResponderEliminarGracias otra vez y salud.
Enhorabuena por este artículo, Paco. Coincido en la máxima dificultad que debe haber supuesto publicarlo. Hay mucho maniqueísmo interpretativo por ahí. En cuanto a lo que comentas, con franqueza, no sabría como paliarlo. Es como si se hubieran borrado las imágenes de mujeres que han sido referentes en sus épocas. Inevitablemente se me viene Katharine Hepburn a la mente, por aquello de que es un icono universal. Sentó las bases de la imagen evolucionada de la mujer, y es un buen ejemplo por muy nacida ayer que se sea. Ella empezó vistiendo pantalones, viviendo con intensidad, y sin perder un ápice de su feminidad y sensibilidad, supo definir a una mujer nueva, a enterrar a la dama frágil y de voz de pito. ¿Tanto miedo dan las imágenes en blanco y negro?
ResponderEliminarGracias,Dr. Hugo; reconforta comprobar que por lo menos dos personas me han entendido.
ResponderEliminarA lo mejor, si yo tuviera ahora veinte años, tendría asumida la cotidianeidad y las maneras de mi madre y la generación anterior, me parecerían obsoletas y retrógradas. Pero qué hecho de menos, a la puerta de los institutos, mujeres hablando como mujeres y con ademanes de mujeres.