Nada tengo contra Arturo Pérez-Reverte; he leído un par de novelas suyas y me parece un autor entretenido. Desde luego no es Cela, ni Javier Marías ni nuestro Quiñones; pero está bien. Aunque creo que ser un novelista de éxito no significa que uno tenga que destacar en todo y que todo a uno le tenga que salir bien.
En mis tiempos mozos, escribí unas cancioncillas infantiles (que no sirvieron para nada) y una de ellas decía:
“Pirulí, pirulá:
el sabio cogió la azada
y no sabía cavar”.
Porque está claro que por muy buen arquitecto que uno sea, no tiene por qué saber curar a su hijo de varicela, por poner un ejemplo.
Me ha encantado que la última novela de ese escritor sea dedicada a Cádiz; y el Consistorio hace bien en agradecérselo de la mejor manera posible. Si, por ejemplo, no le hubiera puesto el Ayuntamiento una calle a un perro, ahora tendríamos una calle sin nombre que se la podríamos haber dedicado a don Arturo. Pero como siempre nos precipitamos…
Ahora la polémica está en si lo nombramos o no, comisario de una gran exposición. Y casi todo el mundo está de acuerdo en que ese señor es el más indicado; según he leído en los foros del Diario. Y yo creo que nos deberíamos hacer estas preguntas:
¿Tanta experiencia tiene ese hombre en exposiciones históricas?
Si no ha hecho ninguna exposición ¿Por qué tenemos que contratarlo si aquí hay historiadores que pueden hacerlo? Y si ha hecho muchas ¿Por qué, si tiene tanta fama mediática, sólo sabemos de una? ¿Quiere decir que porque una le haya salido bien, ya es suficiente currículo para que le paguemos veinticinco millones de pesetas?
A lo mejor sí. Ya nos dirán si es con IVA o sin IVA. Salud.
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